Mundo falso
Vivimos en un mundo cada día más falso, donde la propaganda se confunde con la realidad. El mundo de las redes de comunicación globales nos prometía un mundo mejor informado, pero nos ha traído la edad dorada de la propaganda. El incremento de los medios de comunicación ha abierto nuevas fuentes de información interesada: ya sea Putin y su guerra, la grandes corporaciones y sus intereses económicos, los partidos políticos y su ansia de poder. Todos buscan poner en tu cabeza ideas convenientes a sus propios fines. El fin y al cabo, toda publicidad es propaganda destinada a colocar en tu cabeza lo que el anunciante necesita. Hace siglos nos dimos cuenta de la facilidad de introducir una nueva idea falsa a una persona, y lo difícil de desengañar a esa misma persona después. Por eso hay tanto interés en controlar los medios de comunicación.
Incluso los propios medios de comunicación usan la propaganda para chantajear a las empresas a pagar por publicidad, como pasó con el caso de Ryanair. Esta empresa fue atacada mediaticamente con artículos negativos: describiendo todas los problemas, quejas y accidentes de esta aerolínea. Solo hablaban mal de Ryanair, sin embargo el resto de las aerolíneas no sufrían el mismo acoso, a pesar de provocar el mismo tipo y cantidad de problemas. Estos ataques finalizaron en cuanto Ryanair empezó a pagar publicidad a los mismos medios que la denostaban, como ya hacían el resto de aerolíneas.
Lo mismo parece estar sufriendo Elon Musk. En uno de sus tweets denunciaba una campaña de acoso por parte de los medios de comunicación, y por el mismo motivo de Ryanair, por no pagar publicidad.
Todo esto tiene consecuencias invisibles a primera vista. Una de ellas es que estamos asumiendo vivir en un mundo falso, porque poco a poco vamos viendo la manipulación masiva. Esto provoca una gran desconfianza, porque ya no podemos fiarnos de nada, ni de nadie. Esta falta de confianza podría empobrecer nuestra vida (tanto económica, como socialmente), porque los humanos necesitamos fiarnos los unos de los otros. Sería imposible ir a un restaurante sin poder confiar en los cocineros, tampoco podríamos ir a comprar nada sin fiarnos de vendedores y productores: ni asociarnos, ni montar empresas, ni siquiera familias.
Otra de las consecuencias de este mundo falso es la hipersensibilidad a temas intrascendentes: como el uso de pronombres o de las opiniones de los demás. Sin embargo, las cosas realmente importantes, como el respeto de las instituciones, la libertad de expresión, la independencia judicial, las promesas imposibles de los Estados, parecen carecer de interés alguno. Lo comentaba David Polansky en un tweet.
Nuestra única salvación de este abismo de engaños es la autenticidad: ser franco, abierto y desinhibido. Quizás me equivoque, pero creo en Elon Musk. Creo en su lealtad a sus principios y valores: en gran medida es el secreto de su éxito. Sin embargo, las apariencias son un juego de suma cero, como es el estatus: para que alguien gane, otra persona debe perder. Lo vemos en el mundo falso de la política, de las universidades y del periodismo, son todos juegos de estatus que no aportan a la sociedad. Siendo auténtico es cómo Elon ha conseguido atraer personas que quieren realmente aportar, personas que quieren estar rodeados de gente excelente, productiva y creativa. Este es el secreto de su éxito, porque es imposible conseguir lo que Elon Musk ha construido sin estar rodeado de muchísimas personas realmente buenas.
La autenticidad vence a largo plazo, aunque pierda a corto; y el largo plazo acaba llegando siempre, sin excepción.