Hoy por hoy, nadie se atreve a señalar lo evidente: que el crecimiento en la sociedad no puede surgir de elevar la media a la manera asiática, sino de aumentar el número de personas en las «colas», ese número pequeño, muy pequeño, de personas que se arriesgan y que están lo bastante locas para tener ideas propias, las personas dotadas de esa cualidad tan rara llamada imaginación y de la cualidad aún más rara llamada coraje, y que hacen que ocurran cosas.